Hasta aquí

Hace tiempo que pienso en dejarlo, en parar, en marcar un punto que ya se verá si es aparte o final para acto seguido rodearme de silencio, una atemporalidad que ya veremos en qué deriva. Si en su continuación sin más, si en el fin de esta aventura o en su transformación en algo cuya definición solo se conozca cuando se llegue a materializar.

Seguir es ya algo recurrente, ha sido varias veces la opción elegida en el pasado y por tanto una elección agotada de tanto recurrir a ella. La idea acabar no me satisface, solo me vale el fin como paso previo a un nuevo inicio, será por esto que el término que veo una y otra vez en la nebulosa de mi mente es el de evolución. No el de cambio, no se trata de dejar atrás y de comenzar de nuevo, de romper y olvidar, sino de seguir creciendo a partir de lo ya construido hasta ahora.

Imagino cómo iniciar esa posible nueva etapa, boceto mentalmente cómo plantearla, elaboro  premisas y posibles rumbos hacia los que dirigirla. Pero lo que más preocupa, porque considero que es lo más importante, no es esa incierta meta a la que se supone habré de llegar, sino la ruta que debo seguir entre el segundo y el penúltimo día. Leí una vez que la felicidad no está en los resultados a conseguir, sino en el camino que se crea y transita hasta ellos. Ese es el mantra, la visión, el espíritu que no quiero perder de vista, a sabiendas de que tiene un algo, que no sé si es mucho o poco, de utopía, pero, ¿qué sería la vida sin un futurible inexistente hasta el día de hoy?

En el supuesto de que finalmente me decida por emprender este nuevo camino, es necesario que acepte que conlleva previamente un intervalo de nada, término que asusta y al que camuflamos bajo el eufemismo de reflexión. Un espacio de página en blanco para antes de actuar sobre él, dejar que sea él quien me indique cómo quiere o permite ser intervenido. Un tiempo no necesariamente para mirar atrás, sino para escuchar cómo resuena dentro de mí el poso de esto que parece que estoy a punto de, no sé si decir acabar o sencillamente reconocer que se apaga tal y como le corresponde, porque no supe llevarlo más allá o porque en su origen el destino lo programo para llegar hasta aquí. Y ya se sabe, mejor es cerrar a tiempo que desgastarse, quemarse y destruirse a destiempo. Lo que fue ya no es lo que es, lo que llegó a ser ya no es lo que podrá volver a ser. No aceptar esto es negarse, asfixiarse el presente, anclarse obstinadamente a un pasado que imposibilita y anula las mil y una posibilidades del futuro.

Escribir esto es una muestra de que sueño, juego, fantaseo, deseo,…, necesito verme allí. Creo que en lugar de pensar si va a llegar o no ese momento, en lo que tengo que focalizarme es en cómo se va a producir. En dejar libres las piezas que lo pueden provocar, en despejar el lugar en el que se hayan de encontrar y en protegerlo después del desaliento, los espejismos y turbulencias que puedan alterar su incipiente trayectoria aún por consolidar.

Adiós ayer, hola hoy, nos vemos mañana… mañana.

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