Silence all the noise and see the sky is full of stars

A esta nave llegué solo. Hubo gente que apareció. Otros desaparecieron. Unos tantos estuvieron una larga temporada y otros dejaron de estarlo o hacían unas visitas esporádicas. Ahora vuelvo a estar solo. “Todos morimos solos”, decían en una canción, era lo único que quedaba claro. No estaba muriendo pero si estaba en un proceso de cambio. La nave daba sus últimos latidos, ella sí que estaba desapareciendo. Decidí que quería aprovecharla cada momento. Recorrer sus parajes. Encontré fotografías de otros miembros de la tripulación y restos de algunos de sus textos que nunca llegaron a ver la luz.

El comedor se encontraba a media luz. La nave tenía una particular forma de mandar señales. Como si me quisiera decir algo. Estaba llegando a su fin de la vida útil, la Lucky Star había sido lugar de creación, de recordatorio y de crecimiento y aprendizaje de las experiencias vividas, de algunas que estaban escondidas entre mis documentos y de aquellas que casi estaba proyectando para el futuro más cercano.  Ya había cumplido su misión.

De nuevo el silencio. El silencio. Un silencio. La luz desapareció. Una serie de rayos luminosos, como si fueran las motos de Tron, se acercaban a mi cuerpo y lo envolvían en varios colores. La nave había desaparecido y yo, yo ya no estaba allí. Habíamos sido tragados por un agujero de gusano pero yo había sido recuperado.

No era casualidad, el protocolo de la nave así lo estipulaba “En caso de quedar algún habitante en la nave cuando esta deje de latir será teletransportado”. Esto lo pensaba mientras me sentía en ninguna parte y, a la vez, en todos lados

Un instante, el infinito, la belleza, la tristeza, el dolor, la alegría. Una explosión de un micro segundo me invadió y sentí como si estuviera explotando. Como un fuego artificial cuando alcanza el punto máximo en el cielo y estalla.

El silencio, las estrellas y la Tierra. Abrí los ojos. Ya no estaba más allá del universo. Había vuelto a casa. Mi misión estaba cumplida. Estaba en el metro camino del trabajo, como tantas personas a mi alrededor. Sonaba «There’s no beginning en mis oídos». Mirando a mi alrededor miré a un hombre trajeado, lo que parecía un ejecutivo. Me miró. Nos miramos. ¿Sabéis esas extrañas conexiones? Sí, algo sucedió.

Él seguía allí pero creo que algo en su interior había viajado a un lugar mucho más lejano donde dejar sus sentimientos y transmitirlo a la inmensidad. Había comenzando su viaje a la nave «Aphrodite». Nada desaparece, todo se transforma.

Misión completada. Feliz viaje.

Ilustración: Gorka Olmo

 

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