Coger aquel tren. A un lado la montaña. Al otro el mar. Al fondo, el futuro. A tu lado, una persona te acaricia. Enfrente, dos desconocidos. El tren va a toda velocidad. Echas un vistazo hacia atrás y todo está correcto. Te relajas. Cierras los ojos y agarras la mano.
Un pequeño sobresalto. Abres los ojos. Miras por la ventana. Una especie de extraña corriente atraviesa el tren. Pegas un respingo. Agarras fuerte esa mano. Esa mano te sujeta aún más fuerte.
Sabes que tu viaje tendrá turbulencias pero hay una mano que te apoya para que tengas confianza y tranquilidad. “No pasa nada, el camino continúa” ¿Cuán lejos voy?. No me han enseñado el billete, no me han dicho donde voy, simplemente estoy en camino.