—Más tarde o más temprano, tienes que volver. Siempre se vuelve. Hasta los fugitivos vuelven, ¡incluso los asesinos vuelven al lugar donde cometieron sus pecados!
—“… al lugar donde cometieron sus pecados”. Estás usando palabras bonitas para convencerme, ¿no?
—¿Funciona?
—Puede.
—Pues vuelve.
—¿Y cómo lo hago?
—Fácil; con calma y sin pretensiones. Ah, y sin el pesimismo ‘posmodernista’ que te bebiste, que te sentó fatal.
—Aún lo bebo.
—Pues bébelo con moderación, que no queremos que se te indigeste otra vez y vuelvas a desaparecer.
—Vale, vuelvo.
—¡Genial! ¿Dónde te recogemos?
—Donde me encontraste.
—¿En la isla?
—En la isla.