Todo se lo contamos a tanta gente que enseguida lo olvidamos. Pronto ni siquiera recordamos haberlo dicho. Y eso que eran palabras sinceras: las sentíamos, o al menos deseábamos sentirlas. Mañana las repetiremos con el deseo (y un poco el miedo) de que se hagan realidad. Ojalá alguien nos escuche algún día. Por si acaso, llamaremos a todas las puertas, repartiremos entre todos los jugadores. No nos importará quedar mal. Todos usamos los mismos trucos para sentirnos especiales, ya lo sabemos. Solo al final, quizás descubramos que de tanto exhibirnos ya nadie nos ve.
Fotografía de Eric Whitacre.